En esencia, se trata no tanto de gestionar personas, sino en gestionar competencias. Ello no quiere decir que se despersonalice al trabajador o se deshumanicen las relaciones, al contrario, con las competencias se favorece la objetividad y se evitan agravios comparativos al «medir a todo el mundo por el mismo rasero». Además, conocer las competencias permite que éstas puedan ser estimuladas y desarrolladas con un criterio riguroso, como se puede ver en el esquema de la página siguiente. Por eso las competencias, además de ser un potente instrumento de gestión, proporcionan criterios objetivos y, por tanto, consensuables que pueden contribuir...